Males de cabeza (fragmento)

Hombre estaba intentando poner orden en sus papeles cuando Mujer entró por la puerta. Miércoles, era uno de los días que llegaba tarde. Hombre fumaba un cigarrillo y llevaba puesta la bata de casa. Mujer se sacó el abrigo, lo colgó de una percha del recibidor y entró en la sala.
—Hola –saludó Mujer acercándose a la mesa para darle un beso. Le sonrió y, como todos los días, le hizo un guiño de complicidad.
—Hola, amor –respondió Hombre–. ¿Estás cansada?
Mujer bufó, soplando expresivamente y moviendo la cabeza de un lado para otro.
—Mucho –dijo finalmente–, me voy a dar una ducha.
—Vale. Te he preparado la cena.
Hombre se quedó revolviendo en los papeles mientras Mujer entró en el dormitorio. Después sintió como salía y se metía en el baño. Al cabo de un momento, se abrió la puerta y, por detrás, se asomó su torso desnudo.
—Hay que bajar la basura –gritó. Y después volvió a desaparecer tras la puerta del baño.
Hombre intentó responder pero no le dio tiempo. Le quería decir que ya se había puesto el pijama y que la bajaría al día siguiente. Comenzó a escuchar el ruido del agua cayendo sobre la bañera y continuó revisando los papeles, doblando algunos y rompiendo otros.
Después de un rato sintió como Mujer salía de la ducha y entraba en el dormitorio. Finalmente apareció en el salón, sonriente, con el pijama puesto. Parecía más relajada.
—Mucho mejor –dijo sin que Hombre le preguntase nada. Y después añadió:
—¿Has bajado la basura?
—No. No la he bajado porque ya estaba en pijama. La bajo mañana.
—¿Mañana? –Mujer pareció contrariada–. Te tocaba bajarla y sabes que esa basura no puede quedar ahí. Apesta a pescado.
Lo dijo haciendo un gesto de asco con la boca.
—Ya, pero se me olvidó y después ya estaba en pijama, ¿qué querías que hiciera?
—¡Qué ibas a hacer! Bajarla, que para eso te tocaba. Es que siempre haces igual.
Hombre levantó la cabeza, dejando lo que tenía entre manos; se sintió herido.
—¿Cómo que siempre hago igual? ¿Es que no puedo olvidarme de bajar la basura un día? Estaba liado con los papeles y se me fue el santo al cielo.
—Pues todavía estás a tiempo de bajarla, así que ya sabes –le replicó Mujer con contundencia.
En el rostro de Hombre, el enfado adquirió una sombra más dramática.
—¡Pero no ves que estoy en pijama! Claro que me ves. No te hagas la tonta.
—Mira, aquí el único que se está haciendo el tonto eres tú, que tenías que bajar la basura y no la has bajado ni la quieres bajar.
—¿Pero qué te pasa hoy? –gritó Hombre– ¿Cómo tengo que decirte que estoy en pijama? ¿Es tan grave si la bajo mañana? ¡Ya está bien!, ¿no?
Ahora fue Mujer la que levantó el tono de voz, para contestarle:
—¡Escúchame bien! Estoy harta de ti, de tu actitud pasiva y de que siempre hagas lo mismo. Esa basura huele que apesta y no puede quedarse ahí toda la noche. Pero qué más da, hoy es la basura, mañana es la compra y pasado mañana es el banco. El señor siempre tiene que dejarlo todo para el día siguiente porque siempre está ocupado. Yo no, yo tengo que estar siempre disponible.
—Vale, ya empezamos con los reproches. Estupendo, era lo que me faltaba esta noche. ¿Y la señora no tiene nada más que añadir?
—Que te vayas a la mierda. Eso es lo que tengo que añadir –le soltó ácidamente, intentando contrarrestar su sarcasmo.

(...)

Fragmento de «Domesticum bellum», Males de cabeza, Faktoría K de Libros, 2007